La Fiesta de los Inmortales
Cerró los ojos y sopló las velas en un primer intento que, consiguió, apenas, apagar unas treinta lumbres. Al ver el nulo resultado, tomó impulso y aspiró fuertemente llenando al completo sus pulmones de aire, retuvo su respiración unos segundos y exhaló con tanta fuerza que noventa llamas dejaron de arder.
Pero no era suficiente. Levantándose de su elegante sillón, comenzó a soplar las velas del enorme pastel de cumpleaños a medida que rodeaba la gigantesca mesa circular y a los inusuales invitados que, regocijadamente, contemplaban la divertida escena de pie.
Mientras el conde de Saint-Germain, sonriente, calculaba que, quizás este año, Matusalén rompería su propio récord.
Nota: Cuento con el que participe en el Concurso de la Cadena Ser y que pedía empezar el relato con la frase "Cerró los ojos y sopló las velas".
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